jueves, 23 de febrero de 2012

Antonio Gutiérrez: «La reforma es una involución democrática»

Antonio Gutiérrez: «La reforma es una involución democrática»
El exdirigente de CCOO cree que la nueva reforma laboral comete el error de tratar de mejorar la competitividad bajando los salarios. Implacable con la medida, la califica de «cruel» y la considera una vuelta a los tiempos de Franco
De las 53 reformas que ha conocido el Estatuto de los Trabajadores desde que llegó la democracia, Antonio Gutiérrez Vegara ha tratado de primerísima mano unas cuantas: las que hubo en los 14 años en que dirigió CCOO. Retirado de la primera línea, pero no de la política -«la política son ideas y de estas no me veo dimitiendo nunca», proclama-, pocas voces conocen mejor que él la historia, la trama y el tejido laboral que la nueva normativa del Gobierno del PP pretende ahora revolucionar.
-¿Le ha sorprendido el calado de esta reforma?
-Más que sorprenderme, me ha decepcionado, porque es otra oportunidad perdida para corregir los errores que este país ha venido cometiendo históricamente en materia laboral. Se insiste en el error de buscar la solución por el camino de la precariedad. Pero esta vez se va mucho más allá. Esto no es una reforma laboral, es un destrozo laboral, una auténtica involución de nuestra democracia industrial, aparte de un nuevo lastre para salir de la crisis.
-¿Qué aspectos le han llamado más la atención?
-Lo más grave es que plantea el despido como solución a todos los problemas. Es su eje. Es la reforma del despido, no del empleo. A veces, con pretextos tan burdos como la sucesión de tres trimestres de descenso de ventas en las empresas. Lo mismo ocurre con los despidos colectivos. Han hecho lo que nadie se atrevió a hacer antes: eliminar la tutela judicial. Se podrá ejecutar un ERE sin necesidad de autorización administrativa previa, una quimera obsesiva de la patronal desde 1985. Quitar este requisito es volver al Fuero del Trabajo de Franco, que decía: «Oído el jurado-empresa, el patrón tomará la decisión que considere oportuna».
-¿Teníamos el despido más caro de Europa?
-La ideología sin matemáticas conduce al fundamentalismo, y con datos trucados lleva a la demagogia. Y en el tema laboral se suele hacer mucha ideología sin datos. El contrato de 33 días lo propuse yo en los acuerdos de 1997, para sorpresa de José María Cuevas.
-Esa cifra no era casual.
-Hartos de que nos acusaran de tener los costes más caros, estudiamos el despido en Europa y nos salían 32,3 días de media, con una concesión a la patronal, porque en aquel estudio se incluían los despidos justificados y los que no lo eran. Lo hicimos para acabar de una puñetera vez con la coartada ficticia de que en España es muy caro despedir. Aquel contrato buscaba que el empleo temporal pasara a fijo. Ahora lo han convertido en una herramienta para lo contrario: se despedirá a fijos para poner en su lugar a temporales más baratos.
-La reforma busca atacar el problema del paro juvenil con un contrato de pruebas de un año. ¿Qué le parece a usted?
-Se define por sí solo: es un contrato que puede ser rescindido libremente, a las bravas, sin que el empresario necesite una excusa. Y gratis. Para colmo de recochineo, será subvencionado con 3.000 euros que salen de los bolsillos de los contribuyentes. Esto no elimina paro; lo que elimina esto son empleos de calidad para sustituirlos por carne de cañón que irá a la calle cuando al empresario le venga en gana. Esto va a provocar una fuga masiva de talentos de este país. Si a un joven valioso le dices que va a tener un contrato de formación con el salario base, que puede ser despedido en cualquier momento y que no va a tener ninguna perspectiva de continuar en la empresa, acabará largándose. Esta reforma llega a extremos de abuso cruel y encarnizado.
-Una definición grave.
-En la práctica, a partir de ahora el empresario va a tener total libertad para cambiar lo que dice el convenio, tanto en temas salariales como en horarios o en la propia organización el trabajo. Esto, en un país donde el 95% de las empresas tienen menos de 50 trabajadores, va a suponer que las relaciones laborales se conviertan en el trágala del patrón. Nos vamos a hartar de oír: «Este es el nuevo convenio; si no lo aceptas, ahí está la puerta».
-En algo coinciden los que están a favor y en contra de la reforma: ha sido «agresiva».
-Pero insiste en el error que siempre cometió este país, y es buscar la competitividad bajando los salarios. Esto es pan para hoy y hambre para mañana, porque en seguida habrá otro país que producirá más barato que tú. Se busca el crecimiento rápido de los beneficios, como en tiempos de Aznar. La diferencia es que él tuvo el ladrillo para que tirara de la economía, pero ese monstruo ya no da más de sí. Nadie tiene la valentía de invertir en nuestro capital humano y tecnológico, que es lo único que puede generar riqueza segura. Esta reforma es una bofetada al emprendedor que cree en el talento y un premio al mal empresario que solo busca empleo de usar y tirar.
-Con cinco millones de parados, ¿no había que hacer algo?
-Obviamente, pero no cualquier cosa. Había que hacer lo que Zapatero dijo que iba a hacer en el 2009, pero que luego olvidó. De esta crisis no se sale debilitando los derechos del empleo, sino reforzando el aparato productivo, que es la reforma que jamás se ha hecho en España.
-Los sindicatos salen mal parados. ¿Rajoy pretende ser el Thatcher español?
-Rajoy si quiere serlo, afortunadamente Toxo no quieren emular a Arthur Scargill, aquel dirigente minero al que se le iba la fuerza por la boca y en plan bravucón dijo que le iba a doblar el pulso a la Thatcher, y al final fue a él a quien le doblaron el espinazo. Creo que hay bastante más inteligencia ahora que entonces. A la huelga no se va en un arrebato, ni para cubrir un expediente.
-Es la reforma de un partido que acaba de ganar por mayoría absoluta. ¿Qué margen de maniobra tiene la izquierda?
-El margen de maniobra se recuperará cuando se restaure la credibilidad. Yo no soy militante del PSOE -nunca lo he sido-, pero creo que es exigible que no solo se rasgue las vestiduras ante esta reforma, sino que encauce el descontento. Y si quiere volver a ser una alternativa de gobierno, debe quitarse tanta adherencia ideológica como se le ha incorporado desde los tiempos de Felipe González. Él decía que precarizar el empleo estaba bien, porque los precarios de hoy iban a ser los fijos de mañana, cuando ocurrió al revés. Luego Zapatero dijo que bajar impuestos era de izquierdas. Sin superar este desbarajuste ideológico, el PSOE no recuperará la confianza.
-¿Le resultaron incómodos los siete años en los que fue parlamentario socialista?
-Al principio, no. En los primeros años se avanzó mucho en nuevos derechos, sobre todo civiles. Después mis críticas fueron en aumento. Le afeé a Zapatero que dijera que había recibido una buena herencia económica de Aznar, porque era una herencia envenenada, llevaba dentro el bicho de la burbuja. También critiqué que se hicieran leyes sin desarrollar las políticas necesarias para darles sustancia, como pasó con la ley de igualdad y la dependencia.
-No se cortó.
-Hubo más cosas que no me gustaron, y las dije. Opino que el populismo es injusto, caro e ineficiente. Y eso ocurrió con el cheque-bebé y la desgravación de los 400 euros, que trataba por igual a ricos y pobres.
-En la segunda legislatura fueron conocidas sus desavenencias con Moncloa.
-Nunca lo oculté. Tanto es así que cuando intervine en el grupo parlamentario para hablar sobre la reforma de la Constitución, les anuncié que no me parecía honesto por mi parte seguir participando en el grupo parlamentario en la siguiente etapa.
-¿Está arrepentido de este viaje?
-La melancolía es un capricho que solo pueden permitirse los ricos. Y yo ni soy rico, ni aspiro a serlo.

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